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Diego Peretti: “Siempre me imaginé como profesor de educación física”
Hoy es uno de los actores más exitosos de la Argentina, que vive en estos días un gran momento profesional: ha sido nominado al Premio Platino como Mejor actor por su trabajo en la película El robo del siglo y a la vez estrena esta semana en Netflix la miniserie El reino, dirigida por Marcelo Piñeyro, en la que tiene uno de los papeles principales. Sin embargo, Diego Peretti no oculta que la actuación se impuso aunque él tuviese otros planes en su vida. De niño soñaba con ser deportista, preferentemente jugador de fútbol y en su juventud estudió medicina y se especializó en psiquiatría. Dueño de una carrera en la que resaltan títulos como Los simuladores, Tiempo de valientes, La reconstrucción y la nueva versión de El hombre que volvió de la muerte, no hay dudas de que Peretti terminó eligiendo la carrera correcta.
¿Qué significan los premios para ti?
Las nominaciones en principio significan una muy buena noticia que me alegra el día y después, elaborando todo un poquito más racionalmente, es saber que las cosas las estoy haciendo bien, que voy por un camino correcto. Si no las tuviera no pasaría nada pero como el actor está “a ciegas”, siempre a expensas de la mirada del otro, que el trabajo sea elogiado por gente especializada que uno ni conoce hace que se pueda ver más tranquilo el camino a seguir.
¿En el teatro es más fácil saber que estás haciendo bien las cosas?
Si, porque hay una mayor demostración, sobre todo en comedia ya que la expresión de la gente es ruidosa y se puede oír mientras que en los dramas es más difícil, quizás con mucha experiencia uno pude darse cuenta que el auditorio está metido por las respiraciones y por el silencio especial que sucede cuando una cosa tiene una comunión artística. Llevo como 25 años de carrera entonces vas adquiriendo la habilidad de saber cómo la gente va tomando o no el trabajo que hacés por lo que va ocurriendo en la calle, con cada serie, película u obra de teatro. Ir “a ciegas” significa eso en el actor, estar todo el tiempo pendiente de si gustó, si entretuvo, si emocionó o causó gracia porque muchas veces dentro de esta escafandra uno cree que expresa y llega y no es así.
Mientras grababas el piloto de Los simuladores, ¿te diste cuenta que eso estaba por buen camino?
En el caso de Los simuladores lo que ocurrió, más allá de la actuación, es que la idea y los capítulos estaban muy bien escritos y muy bien diseñados, y la producción que teníamos del canal nos permitía la holgura que el programa necesitaba. Entonces vos racionalmente lo podés ver porque como lector decís “esto es bueno porque tiene una buena estructura y está bien armado. Los personajes son excelentes y la historia es entretenida”, y después si está la plata para hacerlo, listo. A Damián Szifrón lo conocía como director porque ya había hecho algunos cortometrajes y con los demás actores habíamos realizado antes una serie, entonces ahí dije “bueno, esto puede llegar a ser algo tremendo”. En cuanto a la actuación, si logramos lo que el papel exigía creo que fue gracias al talento natural que teníamos cada uno y a las directivas de Damián.
Con Ariel Winograd trabajaste varias veces y en el caso de El robo del siglo tuviste los mejores compañeros de elenco. ¿Cuán importante fue para ti ese proyecto?
Fue hermoso porque el proyecto tenía un buen sueldo y un muy buen guion trabajado con Guillermo Francella durante mucho tiempo. Yo me acoplé en los últimos 2 años, con varios cambios de directores. Ese robo fue muy emblemático en Argentina. Se recuerda mucho porque el ilícito no nos dejó en la memoria ni adquirió en la realidad un clima de violencia y terror sino que fue algo más romántico aunque parezca mentira. Entonces hubo una combinación de factores que hicieron que me metiera en la historia con unas ganas muy claras. Además como con Ariel ya había trabajado conocía como iba a llevar el set y eso le daba un plus. Por otro lado trabajar con Guillermo, con quien nunca lo había hecho excepto alguna cosita hace mucho tiempo, fue realmente muy agradable. Compartimos ese dueto actoral que teníamos que hacerlo bien sí o sí porque en la simpatía de ellos dos se basaba gran parte del entretenimiento de la película y lo pudimos lograr. Creo que eso se debió a que los personajes eran bien distintos e igualmente complementarios entonces eso nos ayudó a entendernos enseguida, estaban muy bien diagramados desde el inicio así que no tuvimos que ponernos de acuerdo en nada, solamente actuar. Por supuesto que Guillermo tiene un talento enorme.
Cuando trabajás con alguien como Guillermo que tiene una personalidad contagiosa, me imagino que eso te hace subir la apuesta.
Claro, tiene una personalidad contagiosa, pero de trabajo, decía “hay que ensayar, ensayar y ensayar”, entonces ensayamos muchísimo y eso nos hizo muy bien cuando llegamos al set, o sea que tenía razón. Es un actor que parece que recién está empezando por las ganas y la obsesión que tiene por cada secuencia, tiene un profesionalismo enorme además de ser muy buena persona y muy agradable.
¿Por qué nos fascinan estos sucesos como para que en Argentina y en Colombia al mismo tiempo se hayan generado dos proyectos, nominados a los Platino, que cuentan historias similares?
No sé bien por qué, quizás una explicación sería que en países subdesarrollados como los de Latinoamérica, y más en la época en que se produjo el robo en la Argentina, la víctima es un banco el cual simboliza algo no muy santo en el esquema económico de estas tierras. Sucede lo opuesto a Suiza, Inglaterra o Estocolmo, donde ayudan a la gente y funcionan armónicamente en la dinámica económica y social. En Argentina, durante la crisis del 2001, los bancos eran “enemigos” de la gente y a esto súmale que la entidad que roban está instalada geográficamente en un lugar de clase alta. También generó algo especial la forma que lo hicieron, sin armas de verdad y con una teatralidad incluida casi mágica que hacía que pareciera que estuviera ocurriendo algo y en realidad pasaba otra cosa. Además que la policía, que son fuerzas que tampoco están muy bien vistas históricamente en el país, entrara al banco 7 horas después de que los delincuentes se hayan ido puso en ridículo a la institución e hizo que el acto sea aún más romántico. O sea no hubo ninguna víctima, le sacaron la lengua a dos instituciones que no están bien vistas, se hicieron ricos y lo ensayaron tanto que hasta incluso merecerían cobrar, una serie de cosas que lograron que la gente lo mirara simpáticamente
La semana que viene se estrena en Netflix la serie El reino, donde interpretas a un pastor muy convincente. Sueles tener un sentido del humor a flor de piel, uno te ve y enseguida se ríe, y en esta ficción tu personaje es muy serio. ¿Hubo un trabajo consciente para suprimir esa característica innata en ti?
No, no fue consciente, el personaje y Marcelo Piñeyro, director de cine avezado y de mucha experiencia, no me lo permitían. Como actor me daba cuenta de que ahí el humor no iba aunque la familia que componemos con Mercedes Morán, nuestros hijos y sus parejas, es por momentos bastante grotesca y dentro del drama genera cierta sonrisa simpática por los singulares que son. En esa veta algo de humor, si se quiere negro dado el continente de la obra, pudimos meter conscientemente, después, en su visión pública y en su intimidad, el fantasma que esconde el pastor Emilio Vázquez Pena, una persona descompuesta psicológicamente, es truculento y refleja una psicopatía muy perversa. Entonces la pregunta es ¿cómo puede ser que una persona tan desestabilizada en su privacidad pueda generar en la vida pública un discurso que llegue tan masivamente? Este contraste que tiene el personaje lo hace muy interesante.
“El reino” tiene un seleccionado argentino de la actuación. ¿Sentías que eso era así mientras estabas trabajando?
Es un muy buen elenco y en una serie coral como esta si vos agarrás a todos los personajes podrías hacer una miniserie con cada uno de ellos ya que poseen una complejidad, una estructura y unas contradicciones dignas de poder desarrollarse. Así que si el actor que recibe estos papeles no tiene la capacidad de interpretarlo, la serie se desbalancea un poco. En este caso no, lo ves a Peter Lanzani, al Chino Darín, a Nancy Dupláa, a Mercedes Morán, a Joaquín Furriel y a Vera Spinetta contando sus personajes de una manera muy carnal y eso hace que El reino, apoyado por un guión original y bueno, tenga quilates. Esa es la tranquilidad de estar junto a un elenco importante.
No muchos actores son psiquiatras de profesión aunque hay una gran conexión con la actuación en cuanto al trabajo de analizar a una persona. ¿Cuánto usas en tu faceta artística todo lo que estudiaste y ejerciste cómo doctor?
El objeto de estudio de la interpretación teatral o la interpretación realista y la psiquiatría o terapia de salud mental es el mismo que son los padecimientos del alma, las contradicciones, los dilemas humanos. Es distinta la manera de enfocarlos: uno es terapéutico y el otro los resignifica para hacer un hecho artístico. Los papeles que tengan una psicología y una estructura que yo me pueda imaginar y transitarla no necesito apoyatura de ningún tipo, ahora cuando la realidad de los personajes no está ni cerca de mi imaginación y muy apartada a mi normalidad, me cuesta más trasladar mi cuerpo a esa lógica entonces ahí quizás agarro algún libro de psiquiatría, porque yo no ejerzo más desde el año 97 más o menos, y trato de ver ciertas conductas y rasgos de temperamento que me acerquen psicológicamente a ellos, sobre todo cuando son extremos como este que interpreto en El reino. Así que solamente en esos casos investigo qué tipo de psicopatía o perversión tiene porque en el juego dramático me da algún marco de contención para ver cuáles son las reglas de la interpretación de esa psicología. Por lo general soy de seguir las reglas de la escuela de actuación.
Si pudiera viajar en el tiempo y me encontrara a Diego Peretti de 15 años y le dijera que de grande va a ser uno de los actores más famosos de la Argentina. ¿Qué crees que me hubiera dicho él ya que eso no estaba en su imaginación?
No estaba en mi imaginación para nada, era muy deportista. A los 15 años no sabía ni qué quería hacer de mi vida, solo el deporte era mi fuerte como para destacarme en algo, nada relacionado con el arte así que no lo hubiera creído.
¿Qué hacías a esa edad? ¿Jugabas al fútbol?
Jugaba al fútbol todos los días y al vóley. Iba al colegio Nacional de Buenos Aires que no tenía examen de ingreso a la facultad porque hacías 6 años de secundaria, no eran 5 como el resto, y aparte era dependiente de la UBA (Universidad de Buenos Aires), así que no me costó mucho pensar porque no era muy sacrificado entrar en medicina, abogacía, ingeniería, arquitectura o lo que fuera. Ahora yo soy una persona esencialmente física, siempre me gustó moverme y mi expresión pasaba por el deporte. Era la época de la dictadura militar en la Argentina y las aulas, sobre todo en este colegio, eran muy represivas pero existía un campo deportivo para hacer de todo y yo vivía ahí y así pasaba por encima de toda la tragedia que se estaba viviendo en ese momento. Siempre me imaginé como profesor de educación física o algo ligado al deporte, no al arte.
Eres hijo de dos inmigrantes, un italiano y una española. ¿En qué medida te parece que el haber tenido que llegar a un nuevo lugar y comenzar a abrirse paso influyó en esa educación que te dieron?
Inmigrantes que han tenido que vivir la guerra. Europa, hasta mediados del siglo XX, fue un desastre entonces son personas con resabios de no querer más maldad, de cuidar al otro, tener respeto, no tirar la comida, estudiar y trabajar con dignidad. Todas esas cosas me parece que vienen de gente muy sufrida que buscaba otros lugares para vivir y que para insertarse en una comunidad nueva necesitaban, además de la capacidad de trabajo, una adaptación de cabeza para integrarse a una sociedad y una cultura nueva. Eso te da mucha humildad y te coloca en eje para vivir. Son gente muy educada que en el trato te están agradeciendo que el territorio los albergue. Hay que saber ser un extranjero en otra tierra.
¿Qué le falta a esta hermosa carrera de Diego Peretti?
Me encantaría trabajar en una película o una obra de teatro en el exterior por 2 meses, me gustaría tener el tiempo necesario una vez al año para hacer un proyecto en España, en Italia o en alguna parte Europa. Tener el tiempo de viajar con mi profesión. Después quisiera trabajar con actores muy emblemáticos con los que me formé, también estar en Estados Unidos en grandes producciones con un personaje importante porque ellos conocen cómo contar historias de una manera que son únicos. En teatro me gustaría hacer Ricardo III o La muerte de un viajante que ya la hice con Alfredo Alcón pero quisiera volver a hacerla interpretando el personaje de Willy Loman, que es el protagonista.