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Luis Tosar: “Con Código emperador sentí una gran confianza”
Sin dudas esta edición del Festival de Málaga será muy importante para él, porque no solo protagoniza la película que se proyectará luego del acto de apertura, Código emperador de Jorge Coira, sino que además se lo verá en otra de las propuestas de cine español que se proyectarán en la ciudad andaluza, Canallas de Daniel Guzmán, en donde acompaña desde un papel clave pero secundario a Joaquín González. Sin lugar a dudas uno de los actores más importantes en la península ibérica, Luis Tosar nunca pierde la humildad de haber sido alguna vez un soñador en su Lugo natal, en Galicia, ni tampoco desperdicia la oportunidad de analizar cada tema con profundidad, lo que convierte a cada entrevista en un verdadero placer.
¿Qué le genera que Código emperador sea la encargada de abrir la 25 edición del Festival de Málaga?
Creo que significa mucho para todos nosotros, sobre todo porque esta será la edición del festival en la que vamos a retomar la presencialidad espacial con normalidad después de dos años de pandemia. Además, se da la coincidencia que el mismo día 18, fecha en la cual se va a exhibir la película ante el público de Málaga en una sala delante de 3000 personas, se estrenará en los cines de España. Esto es una muy buena oportunidad para tener de primera mano un test para saber cuál será la respuesta del público con la cinta. Código emperador merece la pena verla en pantalla grande porque es un film bastante trepidante.
¿Cómo es para usted sentarse en una sala a ver algo que conoce tan bien en compañía de tanta gente? ¿Lo disfruta o lo sufre?
Lo disfruto y más con esta película que al verla por primera vez me dio una sensación de tranquilidad mientras que con otras siempre me cuesta más asumir el trabajo personal y reconocerlo como algo propio. Con Código emperador sentí una gran confianza y seguridad, quizá por todos los ingredientes que tiene y también por la historia que tengo con Jorge Coira, director del film y con quien nos conocemos desde hace más de 30 años cuando empezamos haciendo cortometrajes. Así que ahora creo que voy a afrontar esa proyección con ganas de disfrutarla porque para mí la liturgia del cine, la ceremonia, es esencial dado que me lleva a lugares que tienen mucho que ver con la forma en que yo descubrí el cine cuando era un niño en esas enormes salas que había en mi pequeña ciudad de la provincia de Lugo. Nosotros nos acostumbramos a disfrutar de la pantalla grande con muchas personas alrededor.
¿En qué medida siente que participa de la lucha del cine por sobrevivir?
Nosotros somos de ese grupo de románticos que intentamos frenar a la gente y sacarla un poco de su entorno doméstico con el que se han acostumbrado a estar viendo horas y horas de contenido, a veces sin mucho criterio. Necesitamos llevarlos a las salas de cine a ver algo que además, en la mayor parte de nuestra cinematografía, tiene mucho que ver con la realidad de nuestro país y que es interesante defender. No tengo nada en contra de las cinematografías americanas, británicas, francesas, italianas o la que sea porque disfruto de todo tipo de cine, pero creo que es importante que reivindiquemos una cierta seña de identidad nacional para que también reconozcamos nuestras historias como propias. Es un poco el caso de Código emperador, que es un thriller muy puro en ese sentido y apoyado sobre fundamentos muy clásicos, pero que está completamente adaptado a nuestra realidad y basado en cosas que han ocurrido en España y que tienen que ver con nuestros propios servicios secretos, con nuestra realidad política y con nuestros instrumentos de poder. Creo que eso es muy reconocible para el espectador cuando se anima a participar de esa liturgia una vez más ya que a veces somos reacios a ver nuestras propias cosas porque bueno, tenemos la sensación de que no nos va a interesar y finalmente mucha gente se sorprende porque es mucho más sencillo entender esa historia, primero porque está hablada en su idioma y segundo, cuenta cosas que pueden reconocer como algo cercano, que no son completamente ajenas.
En otra entrevista nos ha dicho que era un poco “conspiranóico”. ¿Esa inquietud personal le ayudó a decidirse a trabajar en este proyecto cuya historia nos muestra un mundo oculto para la mayoría de las personas?
¡Totalmente! Mi interés fue instantáneo a la hora de recibir y leer el guion porque tengo la sensación, seguramente como “conspiranóico”, que muchas de las cosas son más fabricadas de lo que realmente existen y supongo que por eso también intento mantenerme muy informado. La política me fascina como espectador, leo mucho sobre ello ya que me llama poderosamente la atención y más cuando empiezan a suceder cosas extrañas en nuestro país. Es cierto que al final, de una manera o de otra, todo acaba sucediendo. Muchas de las cosas que contamos en la película han pasado de manera muy similar últimamente y eso no quiere decir que lo mismo no haya acontecido antes, lo que ocurre es que ni nos enteramos de la mitad de los tejemanejes que se cometen en las altas esferas.
¿Crees que nada de lo que se muestra en la película es exagerado?
Sinceramente no y es probable que nos hayamos quedado cortos. Estoy plenamente convencido que han ocurrido ahora cosas muy terribles de las que jamás nos enteraremos. A mí me llama mucho la atención ver como los medios de comunicación reflejan noticias peculiares que son el final de una historia, seguramente esto tenga que ver con la forma de manejarse del periodismo de investigación en los últimos años donde todo se ha atomizado de tal manera que es muy difícil que puedan llegar al fondo de las cosas y retratar eso tal como fue. En Código emperador hay una especie de manual de instrucciones con una guía para usuarios para intentar entender cómo pudo ser o cómo se pudo llegar a ciertos lugares y con eso siento que los espectadores tendrán la sensación de encontrar los motivos de algunas cosas que han leído y no han llegado a entender muy bien cómo coño pudieron haberse producido.
Es muy interesante la relación que él tiene con la chica filipina interpretada por Alexandra Masangkay porque la empieza con un fin absolutamente práctico y creo que en algún momento se pregunta si no se está perdiendo una oportunidad en su vida personal…
Bueno, creo que es una buena tabla de salvación para él la aparición de Wendy, porque es cierto que empieza la relación de una manera totalmente pragmática pero luego se reconocen que están muy solos y desarraigados, ella debido a la migración y él por haberse dedicado en cuerpo y alma al trabajo y descubrir que eso no le da sentido a su vida. Dentro de esa soledad y de no tener nada que ver el uno con el otro, encuentran de repente un refugio. Esa relación tan improbable, que está muy lejos de ser romántica, es una de las cosas que más me gustó del guion, son dos seres que están un poco despistados por la vida y que de una manera un poco intuitiva se echan una mano el uno al otro.
¿Con el director Jorge Coria eran amigos en Lugo?
Sí, nosotros estudiamos juntos en el instituto, allí nos conocimos y de ahí empezamos a fraguar nuestras vidas cinematográficas porque comenzamos los dos a coescribir y luego el dirigía y yo actuaba y de ahí surgieron varios cortometrajes. Después seguimos coincidiendo en distintas cosas a lo largo de nuestras vidas.
En aquellos tiempos en Lugo, ¿imaginaba que Jorge se iba a convertir en uno de los directores más respetados de España?
No, yo creo que ninguno de los dos imaginó nada de lo que nos sucedió. En esos tiempos éramos unos adolescentes fanáticos del cine con ganas de hacer cosas pero sin saber muy bien cuál iba a ser el fin de todo eso. Teníamos la idea de poder, quizás, dedicarnos a ello pero al principio era mucho más un elemento de diversión que un proyecto de futuro. Es cierto que siempre hay una intencionalidad, porque uno íntimamente piensa que esa sería una buena forma de ganarse la vida, entonces le pone mucho esfuerzo. Por suerte, treinta y pico de años después lo hemos conseguido, al menos hasta ahora.
Me imagino que para dos adolescentes de Lugo eso era una fantasía total, ¿no?
Ni en el mejor de mis sueños hubiera soñado hacer las cosas que he hecho, menos imaginar que iba a estar con Jorge inaugurando el Festival de Málaga con una película de la envergadura de Código emperador. Es cierto que era muy improbable que nos fuera más o menos bien porque en aquella época; para los chavales de Lugo, era un poco difícil creer que era factible poder dedicarse profesionalmente a la interpretación y a la dirección de cine, uno podía pensar en el teatro amateur como una cosa más o menos asequible, el resto se escapaba de nuestras expectativas. Hoy día tampoco es que lo tengan mejor, es verdad que hay más comunicación y las cosas son más fáciles gracias a la tecnología y a Internet pero la competencia y la exposición universal es mucho más dura. O sea, han cambiado los parámetros pero no sé si ha mejorado la situación.
¿Hubo algún momento en el medio del rodaje donde se volvieron a mirar casi con incredulidad esos dos muchachos de Lugo?
Muchas veces, esa complicidad permanece intacta y hay un código que creamos en su momento que nos ha conducido a lo largo de todos estos años y que retomamos desde el primer día, desde la primera lectura del guion en la que nos sentamos frente a frente. Esa conexión volvió a surgir de una manera inmediata y había mucho de esa inocencia adolescente que es muy grata volver a descubrir a los 50 años y que te mantiene con la ilusión a flor de piel.
¿En qué medida ese adolescente de Lugo le ha permitido mantener los pies sobre la tierra?
Seguramente en una buena medida porque yo nunca dejo de recordar esos momentos, por qué queríamos dedicarnos a esto y estar inmersos en este mundo en el que había algo de aventura, diversión y mucha inocencia. También existía la ingenuidad ante lo que estábamos haciendo porque era por el puro placer de descubrir cómo y para qué se realizaban las cosas. Todo eso es a lo que uno intenta aferrarse cuando a veces la maquinaria de este negocio, que existe y está ahí, te sacude un poco pasando por encima de ti o de las propias películas y series. Uno no se dedica a esto para obtener un reconocimiento absoluto, aunque también eso es importante en la vida de un actor, es parte inherente del asunto, es decir, si haces cosas que no las ve nadie tampoco tiene mucho sentido que actúes. Por supuesto que uno tiene que tener en claro que el reconocimiento es a la actuación y no a la persona, cuando eso se empieza a confundir, se debe hacer el ejercicio de recordar por qué y para qué te dedicas a esto.
En el Festival de Málaga también se va a exhibir otra película tuya llamada Canallas. ¿Qué dice esto sobre tu carrera?
Bueno, es un poco casual porque Canallas se rodó bastante antes que Código emperador y por ende debería haberse estrenado con mucha más antelación. Ocurre que Daniel Guzmán, el director de la cinta, ha pasado mucho tiempo trabajando en la misma, es muy obsesivo, para él hacer un film es casi como parir y entonces le cuesta más desprenderse, digamos, de sus hijos. De hecho, ahí está todavía ultimando cosas. Ha sido un proceso largo porque requería bastante trabajo de montaje y edición para extraer los momentos más fascinantes de Joaquín González. En definitiva es lo que suele ocurrir en la industria, uno va haciendo las cosas más o menos en tiempos racionales y razonables y luego por cuestiones del destino o de pandemia todo se complica de repente.
¿Disfruta haciendo humor en el cine?
Lo disfruto mucho, lo que pasa es que me parece muy complejo hacer comedia, sobre todo en cine. En teatro hay algo que es el factor del público y del directo que creo que ayuda a que el actor se sienta cómodo dentro de ese género porque va a hacer un chiste para un público que va a verlo por primera vez y nunca va a tener que repetir eso mismo en esa función, en todo caso lo hará en la próxima. En el audiovisual a mí me parece extremadamente complejo porque repetir algo cómico dos veces no le hace gracia a nadie y sin embargo hay que mantener la vis cómica como para que cause efecto todas las veces que haya que hacer lo mismo. Yo jamás llegaré a ser un maestro de la comedia como los grandes actores que admiré siempre, entre ellos, Jack Lemmon, quien podía hacer un drama o una comedia y en ambos casos estaba maravillosamente bien.
Aún hoy sigue participando en producciones estadounidenses cuando llegan a España. ¿Qué es lo que le aporta filmar en inglés?
Normalmente me aporta la aventura de trabajar con equipos que no tienen nada que ver con lo que es nuestra industria habitual y además se trata de diversificar un poco el trabajo. También está el reto personal que en mi caso termina siendo un poquito frustrante porque siempre tengo la sensación de que mi trabajo en inglés, idioma que tampoco domino tanto, no acaba de ser lo pleno y satisfactorio que me gustaría que fuese, es como una especie de quimera que uno persigue permanentemente esperando alguna vez sentirme realmente orgulloso. Claro que la infraestructura para moverme ahora con mi familia a un lugar como Estados Unidos o Inglaterra para intentar ampliar mi carrera de una forma ostensible en otra cinematografía se me hace un poco cuesta arriba, pero eso es algo que no descarto por completo, es una posibilidad que está abierta.
¿Extraña actuar en gallego?
La verdad que sí, no tanto por algo personal sino por una cuestión social con respecto a Galicia y sobre todo por defender ese idioma que creo que es necesario y que nos cuesta mantener a cierto nivel, es decir, somos una lengua minoritaria que necesita de una cierta normativización para poder llegar a la normalización y eso es una lucha larga, dura y tediosa que precisa de muchos elementos, entre ellos, la cultura. Lo que pasa es que justamente la rama cinematográfica es donde lo tenemos más complejo porque los canales de exhibición tendrían que ser más amplios que los del ámbito autonómico para que sean mínimamente rentables. Rodar en gallego es peliagudo pero ahora con el auge de las plataformas que empiezan a ofrecer una oportunidad quizás haya una vía de expansión que sería muy interesante aprovechar.